Edición para Internet N° 23 2005 de Filosofía. Reseñas de Libros. Instituto de Filosofía Práctica. Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. Universidad de Mendoza. Mendoza (Argentina).


Karim Akerma, Verebben der Menschheit? Neganthropie und Anthropodizee (¿Reflujo de la humanidad? Negantropía y Antropodicea). De la Serie: “Praktische Philosophie”, vol.67. Verlag Karl Alber, Freiburg/München, 2000, 392 p.


De él mismo cita el autor otros trabajos que aluden al tema discutido en este libro: ¿Debe existir la humanidad? Una cuestión ética fundamental, Cuxhaven-Dartford, 1995; La ley moral del cielo estrellado. Comunicación con inteligencia extrarrestre (ETI), como tópos de la filosofía práctica, en W. Lautz, edit., Lo ‘otro’ de la comunicación. Teorías de la comunicación. Leipzig, 1997; Hegel’s Silence on Extraterrestrial Intelligence, en prima philosophia, 1999; The End and the Permanence of Mankind in Karl Jaspers’s Philosophy, en Jahrbuch de la Sociedad Austríaca K.J, Año 12 (1999); El improbable futuro de la humanidad. J. Leslie sobre poder-ser y deber-ser de la humanidad, en Cuadernos de filosofía del Derecho, T. IX, abril 2000; La ganancia de lo simbólico. La deducción de una teoría de la naturaleza desde el ser social en la tradición de la Teoría Crítica, a partir de Marx, Hamburgo, 1992.

Nos introducimos en esta reseña haciendo algunas aclaraciones terminológicas. El verbo Verebben, derivado de Ebbe, que en alemán es “reflujo” o “marea baja” (lo contrario de Flut, “flujo” o “marea alta”), designa en el título el fenómeno de amenguamiento de la humanidad, debido a una serie de causas. Ha sido puesto entre signos de interrogación no porque no haya hechos que acrediten este fenómeno, sino porque el reflujo de la humanidad es lo que en el libro se cuestiona, tomando esta expresión en el sentido de una valoración crítica del fenómeno que, como vamos a ver, pretende ser “filosófica”; más todavía, el planteo de la cuestión de la baja de la humanidad, es decir, de la tendencia negativa, “suicida” (que compromete la existencia del h.), característica de la humanidad del presente es un asunto de la metafísica. El término neg-antropía, explica el A., ha sido formado de la partícula “nec”, de negación y “antropía”, que suena parecido a “entropía”. La “negantropía” es pues lo mismo que el Verebben, es decir, la humanidad estaría sufriendo – querido por ella misma – un fenómeno de entropía, si se quiere, involución, o mejor, consunción, lo contrario a evolución o crecimiento. La entropía es una vuelta a la nada, un movimiento hacia el no-ser. Por último, la antropodicea es la defensa del hombre, la afirmación que se opone a las tendencias entrópicas de la humanidad, por lo tanto, la decisión por el “ser” de la humanidad. Para la antropodicea, el ser o existir de la humanidad es un “deber”, un “Sollen” (Daseinssollen).

Este libro de Akerma es un “fuera de serie” no sólo por haber introducido el problema del suicidio de la humanidad en la filosofía, sino por la actitud asumida por él ante un tema urticante, polémico, que más que serena reflexión ha provocado y provoca actitudes reactivas, en contra y también en pro, pues la desaparición de la especia humana ha tenido y tiene sus patrocinadores. La posición como investigador de A. es serena, objetiva. Sorprende el manejo del “discurso”, en el sentido originario de esta palabra, es decir, del arte de la argumentación o de los razonamientos que se hacen sobre una materia discutible y que, por ser discutible, supone una pluralidad de argumentos formulados por los que discuten desde diversos puntos de vista, pero cada interlocutor considera válido el suyo. A. discute aquí con muchos autores, del pasado y del presente, de la filosofía, de la ciencia y de la teología. Todo se expone, con un lenguaje envidiablemente claro, como una propuesta al lector, para que el lector se haga cargo de estas o las otras razones y saque sus propias conclusiones. Como vamos a ver, este asunto de si “debemos existir” es una cuestión de decisión, de opción – por la vida o por la muerte. En última instancia, seguiremos en el futuro existiendo si creemos en el Ser, si optamos por el Ser y no por la Nada. Esta creencia es metafísica, como lo sostuvo Hans Jonas, uno de los representantes más notables de la antropodicea del presente, y al que el A. le dedica uno de los más extensos capítulos del libro.

Ya en el Prólogo invita A. al lector a hacerse cargo de una situación contradictoria. Dice que se cuenta que, en el comienzo de la reflexión filosófica de Occidente, Demócrito se admiraba de que la generación de nuevos hombres parece ser una ley de la naturaleza insoslayable. Y el número de hombres desde entonces sigue creciendo. Pero, por otra parte, la extinción de la humanidad se ha pronosticado para el año 2400 – si se mantiene constante la actual cifra de nacimientos de Alemania y otros países ricos y se la proyecta a toda la tierra. No es una mera fantasía hacer este tipo de cálculos. Por lo que vale la pregunta: ¿Deben existir los hombres? Además, de entre los hombres que ya existen en el mundo, hay poblaciones enteras, cuyo destino es un sufrimiento indecible. No sólo Schopenhauer y los llamados “pesimistas” han puesto el acento en este hecho, sino en el S.XX el sufrimiento ha motorizado la reflexión filosófica: ¿tiene algún sentido sufrir? Hasta ahora nadie ha podido demostrar que los sufrimientos inflingidos a millones de seres humanos en Auschwitz y en otras regiones del planeta pueda ser compensado por la felicidad de otros hombres y de los mismos sobrevivientes de los campos de exterminio. No hay ninguna “necesidad natural” por la que se podría justificar que, para alcanzar “el bien” y la “felicidad” futura de una sociedad liberada de toda opresión, deba someterse a la actual humanidad a sufrimientos sin cuento. Refiere A. que “nuestra historia hasta el presente y la que nos prometemos para el futuro exige una ‘crítica’ del hecho, aparentemente indiscutible, de que los hombres han de ser engendrados, con otras palabras, de la existencia de la humanidad (…) La cuestión del ‘deber ser’ del h. es la cuestión de la posibilidad de una antropodicea en vistas de una negantropía. ¿Puede la misión ‘pro nativitate hominis’ ser justificada filosóficamente? Para los que no comparten la fe religiosa, no hay – para responder esta pregunta – otra vía que el pensamiento metafísico, porque éste es el encargado de reflexionar sobre ‘el puesto del hombre’ en su totalidad” (9/10).

Como se ve, la cuestión por el “Sein-sollen” del hombre es una cuestión ética. En la Introducción hace notar el A. que la pregunta ética, esto es, por el obrar recto, significa querer averiguar: “cómo nosotros debemos vivir, para ser felices, para realizarnos como hombres, etc”. La ética tiene que ver con el “ser” del hombre, pero tomando “ser” en el sentido de “esencia” (So-sein). La ética hasta ahora ha dado por supuesto el “ser” del hombre en el sentido de “existencia”, o sea, que “hay” hombres y que “habrá” hombres en el futuro. Pues bien; la cuestión por el “deber-existir” se ha convertido en el presente en la pregunta ética “fundamental”, no en el sentido de que la pregunta por el recto obrar haya perdido su importancia, sino “fundamental” significa que la pregunta por la existencia está a la base de la pregunta por la esencia, por la sencilla razón de que, si no se asegura la existencia, cualquier otra pregunta queda flotando en el aire; preguntar por el recto obrar, en medio del naufragio, es del todo inoportuno, estando por verse si uno se salva de la catástrofe. La pregunta por el “deber-existir” se ha puesto en el primer plano de la cuestión ética “sobre el trasfondo de la pregunta por el ‘poder- existir” (Dasein-Können), en vista de la conjunción de hechos negativos: producción de armamentos de destrucción masiva, destrucción del medio ambiente (crisis ecológica) y crecimiento de la población mundial, para cuya alimentación, mantenimiento de la salud, seguridad, educación elemental, etc. no hay bienes de consumo y servicios proporcionados a ese crecimiento. El poder sobrevivir de la humanidad está realmente amenazado” (17).

Sobre la gran cantidad de aspectos de la cuestión de que se trata aquí, puntos de vista, planteos y posiciones asumidas por autores de diferentes corrientes de pensamiento, da cuenta el índice del libro, que está articulado en 24 capítulos, muy bien diseñados y, como se dijo, claramente escritos. Veamos los títulos de los correspondientes parágrafos, para que el lector tenga al menos una idea del contenido de la obra. El cap. 1 se titula Metafísica [El A. considera que el reflujo de la humanidad actúa en el orden del pensamiento – de modo similar a lo que ocurre con ciertas sustancias que provocan una reacción química – como elemento de prueba, cuasi apagógico, de la necesidad de la metafísica. El A. concibe a la M., como lo vió Aristóteles, como ciencia “buscada” (Sobre esto diremos algo en particular más adelante)]. El cap. 2 se titula Negantropía [La crisis ecológica. El Holocausto. ¿Se deben – después de Auschwitz – seguir engendrando hombres? Las armas de destrucción masiva]. El cap. 3 lleva por título: La posición neutral. Absurd Conclusion y Egoistic Fallacy [Se refiere a posiciones de ciertos autores anglosajones, como Bennett, Govier, Nagel, etc]. El cap. 4 versa sobre La capacidad de sufrimiento. Diferencias entre el modo fundamental de pensar y vivir occidental y asiático [Consideramos este cap. una contribución valiosa del A., en el plan de reflexionar filosóficamente sobre estas diferencias]. El cap.5 trata sobre El deber de engendrar en Platón y su relación con su creencia en la migración de las almas. El cap. 6 se titula La ontología gnóstica del reflujo [Se mencionan las doctrinas de Marcion, Manes y los cátaros. Este punto es importante por la influencia que tiene en la actualidad el gnosticimo, que acepta el reflujo].

El cap.7 trata la obligación de engendrar en la Biblia y en la Patrística. [¿Hay en el Viejo Testamento un genuino mandamiento de la procreación? La recomendación de no casarse ni tener hijos en el Nuevo Testamento. Lo mismo en la Patrística] El cap. 8 trae Reflexiones sobre el deber-existir de la humanidad en la teología filosófica [Lactancio, Anselmo de Canterbury, Hugo von Sankt Viktor, Maimonides, Tomás de Aquino, Spinoza, Leibniz]. El cap. 9 habla de Kant [La impotencia del imperativo categórico. La teleología formal kantiana del deber- existir de la humanidad. La metafísica demiúrgica de Kant. Teleología de la historia kantiana del deber-existir de la humanidad]. El cap.10 amplía lo anterior viendo al Hombre como instrumento de la ley moral. El deber-existir del h. en Fichte. El cap.11 ve a Schopenhauer como teórico del reflujo. El cap.12 versa sobre Mainländer. El reflujo como culto a Dios. El cap.13 trata a Feuerbach y Marx. 

El cap. 14 aborda varias posiciones de Antropología Filosófica (Plessner, Ortega, Landmann, Jaspers, Gehlen y otros) [Quitarle al h. seguridad (en el sentido de que ocupa un especial puesto en el universo) como tarea de la Antropología Filosófica. El h., por naturaleza, es un ser cultural. Fin natural y cultural. La negantrópica convergencia desde la cosmología y la antropología. Principio negantrópico y antrópico. El problema del aborto como reactivo metafísico]. El cap. 15 se titula La humanidad como individuo y discute teorías de Nicolai Hartmann. En el 16 se ve el tema del deber de procreación en R.M. Hare y David Parfit. El cap. 16, también uno de los más extensos, está dedicado al Deber-existir del hombre en el Utilitarismo [Generalidades. La metafísica oculta del U. La posición neutral de las argumentaciones utilitaristas. La sobrevivencia de la decisión fundamental occidental en el U. La posición de Peter Singer. El U. negativo. La afinidad de S. Mill con el U. negativo. Una asimetría en la ética. El desarrollo de un U. negativo partiendo del primado de una minimización del sufrimiento. Implicaciones para el deber-existir de la humanidad. La ocupación de un hasta ahora libre lugar sistemático de la ética metafísica. La cancelación del sufrimiento como totalización del mismo: la posición de U. Horstmann. Abstención de engendrar como mandamiento del U. negativo. Fundamentación de la asimetría de sufrimiento y felicidad. Argumentos del U.N. a favor de la abstención de engendrar. ¿Es posible y consistente lógicamente, en el sentido de un U.N. y sobre la base de la asimetría ética, argumentar a favor del reflujo de la humanidad?]

El cap. 18 versa en general sobre las Ontologías del deber-existir de la humanidad. El 19 está dedicado a Hans Jonas y se titula El hombre como guardián del Ser [La cuestión ontológica capital. Balance entre felicidad e infelicidad. Optimismo ontológoco. Preeminencia de la existencia del hombre sobre su esencia. El estatus de la religión. Tertium datur: más acá de la díada – proliferación/destrucción de toda forma de vida humana. Individuo humano y humanidad: problemas lógicos que afectan la consistencia de la ontología del deber-existir del h. de Jonas. Reflexiones sobre relación de ética y metafísica. Ser y Deber. Los fines. El valor. El problema de la atribución de valor al ser de los no-vivientes. El Bien. El h. como guardián del Ser. Continuidad interrumpida y sí ontológico. El principio de la plenitud (Fülle). El posible disenso del llamado de la naturaleza y la no-rebasabilidad del llamado del Ser. Causalidad final sin conciencia: irracionalidad gnoseológica. Conformidad a fin y actividad finalísitica. La finalidad no contradice a la física. El poder de la subjetividad. Jonas como platónico del valor].

El cap. 20 se titula: El llamado de lo ideal. Metafísica demiúrgica I: El h. como mediador entre los modos del Ser (N. Hartmann) y el 22: La vanguardia del Ser. Metafísica demiúrgica II: El h. como mediador entre los modos del Ser (U. Steinworth) [El Ser como tarea. Delimitación con respecto a Jonas. ¿Hay un ascenso desde la Nada al Ser? El lugar sistemático del mandamiento de procreación. El problema del ascenso entitativo. Prescindencia del hombre en las ontologías del deber-existir de la humanidad] En el medio de estos dos capítulos, el 21 se titula Ontometría y toca diversas concepciones de los llamados “grados del Ser”, como la de Platón, Leibniz, Hegel y otros. El cap.23 lleva por título: En el frente del proceso cósmico. Metafísica demiírgica III: El h. como perfeccionador del fragmento del mundo (E. Bloch) [Intento de rechazo de un fin cósmico de la humanidad. La categoría de la posibilidad en Bloch] Por último, el cap. 24 trata de la Perpetuación de la humanidad como víctima.

Tanta cantidad de antropología filosófica y metafísica como se discute en este libro no deja ninguna duda del nivel – filosófico – de los análisis de A. En mérito a esto – y al no poder entrar en detalle a un comentario de los distintos puntos abordados en los correspondientes capítulos – nos detendremos un poco en lo que dice el A. en el cap. 1 sobre la metafísica. Como dijimos, compara A. la relación entre el fenómeno aquí estudiado: la bajamar de la humanidad en el presente con la metafísica, con la que existe entre un reactivo y un compuesto químico: el reactivo produce una serie de cambios en el compuesto, esto es, separación de elementos componentes, cambio de color, aumento de la temperatura, etc. De un modo similar, el Verebben de la humanidad pone en movimiento el pensamiento metafísico, con lo cual es una “prueba indirecta” o “por la negativa” de la existencia de la metafísica. Con otras palabras, el A. interpreta el hecho del cultivo de la metafísica en Occidente como una reacción del pensamiento ante un hecho negativo que requiere explicación suficiente. Refiere A. que, según el principio lógico del tertium non datur, “es la proposición ‘nosotros precisamos de la metafísica’ sólo exactamente verdadera, si su contradictoria es falsa. La verdad de la necesidad de metafísica intento fundamentarla por una consecuencia contraintuitiva, que resulta de la negación de su necesidad” (32). La verdad filosófica de las proposiciones: “Precisamos de metafísica”, “Debemos seguir pensando metafísicamente” puede ser fundada indirectamente por una elaboración de las consecuencias de una negación de esas proposiciones. Es importante lo que dice el A. que, si él alega a favor de seguir trabajando metafísicamente, no pretende forzar a otros a sumarse a ese alegato, sino invitar a reflexionar sobre las consecuencias de no hacerlo. “La consecuencia más seria de un rechazo de la metafísica es la ‘indiferencia’ frente al destino de la humanidad. Por esta indiferencia entiendo una posición, según la que sería éticamente indiferente si la humanidad, de un modo físicamente no espectacular, esto es, sin sufrir, se liquidase a sí misma” (ibid.)

El A. cita a R. Rorty - “un declarado enemigo de la metafísica” – quien, en su libro Contingency, Irony and Solidarity (hay traducción española), escribe: “I am simply trying to disentangle the public question ‘Is absence of metaphysics politically dangerous?’ from the private question ‘Is ironism compatible with a sense of human solidarity’?” (Rorty, 87). Contra Rorty, “hay que decir que la falta de metafísica es, de hecho, también políticamente peligrosa, en la medida en que de lo que se trata aquí es nuestra común existencia. Sin metafísica, difícilmente podremos tomar en serio la cuestión de por qué las sociedades humanas deben existir y por qué deben ser emprendidas acciones contra las tendencias autodestructivas de la humanidad”.

Compartimos plenamente la posición del A., que es también la de H. Jonas, muy bien expuesto en este libro. A. le critica a Jonas ciertas incoherencias lógicas en el armado de su “ética de la responsabilidad”, pero, en lo fundamental, está de acuerdo con Jonas. Otros autores, que vienen más del campo de la sociología y ecología, le han criticado a Jonas su “creencia metafísica” en la existencia de la humanidad en el futuro, pues consideran que esa creencia es una evasión a un plano ideal, cuando de lo que se trata es emprender acciones concretas para hacer frente a la polución, la devastación de los bosques, la proliferación de armas de destrucción masiva, etc. La metafísica, en el entendimiento de Akerman y de Jonas, no es una mera especulación. El A. emplea la expresión Arbeit an der Metaphysik, que significa: “trabajar la metafísica”, algo parecido a como los psicólogos clínicos hablan de “trabajar el duelo o el trauma”. Ese trabajo crea en quien lo practica una fuerza que le permite superar la situación conflictiva en la que se encuentra. El trabajo metafísico, a diferencia del psicológico, tiene carácter ético, es decir, lo levanta al individuo al plano del “deber ser”. En este caso, la reflexión sobre el “deber-existir” de la humanidad es una vía que ayuda a superar esa convicción generalizada en el Occidente de que “no podemos sobrevivir”, en vista de todos esos hechos negativos que atentan contra nuestra existencia. Uno empieza a “poder” cuando se convence de lo que “debe” hacer. La reflexión ético-metafísica no sustituye las acciones concretas que se llevan a cabo en todo el mundo para hacer frente a la crisis ecológica, pero es - la metafísica de todos los tiempos ha sido siempre eso – algo así como un fanal que mantiene despierto al caminante o al navegante y que lo impulsa a seguir adelante y no claudicar, a pesar de todas las dificultades de la empresa.

Prof.Dr. N.A. Espinosa Mendoza (Arg.), 1° de mayo de 2005